Cinco preguntas, ¿Quién responde?

Por Germán Yances

La libertad de expresión es quizá el mayor patrimonio de la democracia y la agenda informativa de los medios, el espacio donde esa libertad se concreta. No obstante, esa agendas son un completo misterio y una de las grandes incógnitas en el periodismo moderno.

¿Qué es para los medios lo noticiable?; ¿Cuáles son los temas que les interesan y por qué?; ¿Con qué criterio deciden lo qué publican?; ¿Qué tanto influyen los intereses propios del medio en sus agendas informativas?; ¿Es legítimo que los medios presenten como noticia todo cuanto beneficie los otros negocios que explotan en paralelo con su tarea informativa?

Estas 5 preguntas son más pertinentes que nunca en vista del jeroglífico en que se ha convertido para el ciudadano la libertad de expresión, por la forma en que la ejercen los medios de comunicación.

A pesar de que la ley obliga a la separación de información y publicidad, para garantizar transparencia y defender el derecho de los ciudadanos, los canales privados, con espíritu abiertamente publicitario y comercial, deciden parte de su agenda --en especial lo que tiene que ver con sus otros medios-- a partir de sus propias conveniencias.

Los noticieros e informativos de los canales privados, por ejemplo, son ventrílocuos de las gerencias y de sus departamentos de publicidad y mercadeo. Tienen por política editorial convertir en noticia cualquier cosa que pase en su programación, o lo que hagan los actores y periodistas de su nómina, o los políticos que le son cercanos, o los deportistas con que tengan algún tipo de acuerdo.

La salida de los concursantes de sus realities es parte obligada de su agenda informativa, y los televidentes acaban creyendo que ese es un hecho en realidad destacado de la actualidad nacional.

Y si así fuera, si en realidad la eliminación de uno de esos concursantes constituyera en sí una verdadera noticia, ¿por qué entonces los programas informativos de los demás canales no lo cubren? Simple y llanamente porque esos eventos sólo interesan al propio canal, y el propósito informativo es ante todo publicitario.

La manera como desde los medios de comunicación se engaña al público llega a veces al descaro. Para no ir muy lejos, los periódicos o revistas con intereses económicos en canales de televisión, por ejemplo, suelen privilegiar informativamente los hechos que ocurren en esas empresas e ignoran sistemáticamente cuando hechos similares suceden en otros canales.

Y no basta con que a veces le adviertan al público de la existencia de esos intereses. De todas maneras, desconocer la existencia de los otros canales priva al público de una información completa, oportuna e imparcial.

Esta clase de actuaciones por parte de los medios y su incapacidad de autorregularse para jugarle limpio y con transparencia al público alimenta cada vez más el discurso de la necesidad de intervenir desde el Estado para defender al público de los abusos de poder de los medios de comunicación.